Dopaje: Políticos con los ojos vendados

España ha sido el país europeo más permisivo con este cáncer. A los políticos nunca les interesó el deporte y cuando llegó la hora, se escondieron

AFP Jose maria garcia

Marta Domínguez

España ha sido posiblemente el país de Europa más permisivo con este auténtico cáncer del deporte mundial: el «doping». España fue tan permisiva en este capítulo porque a nuestros políticos nunca les interesó el deporte. Nunca supieron lo que significó el deporte y su relevancia en nuestra sociedad. Todos ellos, tanto los políticos de la izquierda como los de la derecha, se pasaron por la entrepierna la utilidad del deporte.

Como nunca lo quisieron ayudar, solo lo han utilizado para servirse de él. Allí donde había un campeón español que ganaba algo, allí estaba el político de turno sacando la «jeta» y presumiendo.

Ahora decimos que estamos en la edad de oro de nuestros deportistas. Sí señor, vivimos en la edad de oro a pesar de nuestros políticos. En fútbol, la selección española se proclamó campeona del mundo en Sudáfrica porque desde hace años los grandes clubes —el Barcelona, el Real Madrid y el Valencia— tiraron la casa por la ventana, ficharon muchos jugadores con un coste muy caro y se gastaron también auténticas millonadas en mantener sus respectivas canteras. En el mundo del baloncesto sucedió exactamente igual. Ganamos títulos gracias a la aportación de los fichajes de los clubes y a las buenas canteras que poseen los equipos españoles.

Ninguna de las grandes figuras recibió apoyos para llegar hasta donde han llegado

Si entramos en los capítulos individuales de nuestros campeones, pasa lo mismo. Que le pregunten a Rafa Nadal en qué le han ayudado para triunfar. En nada. Qué le pregunten a Fernando Alonso qué ha recibido, no ahora, sino antes, cuando más lo necesitaba. Nada. Ninguna de las grandes figuras recibió apoyos para llegar hasta donde han conseguido llegar. Todos han sido éxitos propios, individuales.

Hay muchos ejemplos del nulo conocimiento del deporte por parte de nuestros políticos. Por ejemplo, el ex presidente, José María Aznar, que ahora se dedica a cuidar el cuerpo y ha olvidado por completo la cabeza. Cuando José María Aznar era presidente del Gobierno tuvo cuatro secretarios de Estado para el Deporte en un mismo periodo olímpico.

En la actualidad, todo sigue igual. Nada ha cambiado. Continuamos todavía sin tener un Ministerio del Deporte. Cuando el presidente del Gobierno —José Luis Rodríguez Zapatero— manifestó en su día que iba a crear el Ministerio, le tocó reducir el número de ellos por culpa de la crisis y entonces se nombró a sí mismo ministro de Deportes. Hoy, con la grave situación económica que vivimos en el país, cuando nos van a tener que tirar una soga para sacarnos del pozo, ¿el señor Rodríguez Zapatero puede ocuparse del deporte?

Los políticos han tapado su total desconocimiento con los éxitos de las figuras

Otra prueba de este menosprecio constante de las autoridades es el caso que vivimos en estos momentos con Jaime Lissaveztky, el secretario de Estado actual, que ejerce casi como un ministro. Ahora ha sido designado por su partido —el PSOE— para luchar por la Alcaldía de Madrid. ¿Creen que esto puede ocurrir en un país civilizado?

¿Qué es lo que ha pasado durante todos estos años? Lo que ha sucedido es que los políticos han tapado su total desconocimiento con los éxitos de las figuras. Y cuando ha llegado la hora de la verdad, cuando han tenido que abordar el duro asunto del dopaje, todos se han puesto una venda en los ojos y se han puesto a rezar... Han rezado incluso los políticos agnósticos.

Hay otro ejemplo muy reciente de la realidad del dopaje. Pep Guardiola jugó quince temporadas en el fútbol español —en el Barcelona—, pasó una treintena de controles «antidoping» y el resultado fue siempre el mismo: inmaculado, perfecto. Sin embargo, Pep Guardiola se marchó después al fútbol italiano, llegó el primer control «antidoping» y dio positivo. Ese hecho dejaba en evidencia la permisividad que había en España.

El caso del presidente de la Federación Española de Atletismo, José María Odriozola, también es un fiel reflejo de lo que ha sucedido durante todos estos años en los que no se ha abordado el problema. José María Odriozola, que conoce de sobra a Eufemiano Fuentes y que sabe muy bien quiénes son los hermanos Pascua Piqueras, fue al principio un tremendo luchador contra el «doping». Era, en aquella primera etapa de su mandato, el primer dirigente español que peleó contra el dopaje. Hoy, al cabo de más de veinte años en la presidencia del atletismo español, mira para otro lado.

El escándalo del dopaje ha explotado en nuestro país desde el momento que alguno de los «cazados» por los controles ha querido tirar de la manta. En cuanto uno de los afectados ha hablado, el castillo de naipes se ha venido abajo. Y lo más indignante de todo es la cara de sorpresa que ponen, como si ellos nunca hubieran roto un plato. Los políticos, forzados por la gravedad de la situación, han reaccionado como hacen siempre, contra el reloj. Han actuado mal, tarde y absolutamente obligados, nada más.

Hay una verdad muy clara: el «doping» ha existido siempre y continuará existiendo. Si se crea una ley contra el dopaje, quienes elaboran esa ley saben que alguien va a intentar hacer la trampa. ¿Cómo se puede luchar contra esta lacra? Para atacarlo hay que tener un control absoluto y constante sobre los deportistas. Y mantener una persecución implacable.

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